MANIFIESTO
¿Cómo construimos entre todas vidas más habitables?
El capitalismo heteropatriarcal nos presenta un mundo compuesto por dos esferas dicotómicas -productiva y reproductiva-, aparentemente armónicas, que, sin embargo, está plagado de tensiones.
Cuando nos dicen que solo el ámbito productivo genera riqueza y aumenta el PIB, nosotras respondemos que los hogares son productores de bienes y servicios esenciales para la vida y que han sido sistemáticamente olvidados en los análisis económicos, con todos los efectos perversos que esa constante invisibilización tiene para la vida de las mujeres. Cargas ingentes de cuidados escasamente repartidas que nos enferman y empobrecen y que se ven como una limitación en un mercado laboral excluyente que nos relega a sectores feminizados muy mal remunerados.
Cuando nos cuenta que el crecimiento económico revierte en toda la sociedad y que la mejor manera de crecer es producir más, nosotras les recordamos, por un lado, que el funcionamiento del libre mercado no responde a las necesidades de la mayoría de las personas ni de los pueblos; y, por otro, que la idea de que el crecimiento es deseable e, incluso, posible en un mundo finito no tiene ningún sentido.
Cuando insisten en que el mercado es autónomo, que se autoregula y que las personas son libres para elegir y moverse en él, nosotras decimos que se ha dejado en manos de las mujeres la responsabilidad de la subsistencia y el cuidado de la vida, y nos preguntamos quién cuidaría de la vida si mujeres y hombres nos comportamos con absoluta libertad de participación en el mercado.
Y cuando nos dicen que la Vida no puede estar en el centro de la economía, nosotras respondemos que la economía es la gestión de la Vida y que es precisamente la sostenibilidad de esta vida lo que debería estar en el centro cualquier análisis o toma de decisión en el ámbito económico.
Tenemos claro que el cuestionamiento y la confrontación con el patriarcado son elementos clave para la construcción de alternativas. Y, también, que para construir una economía solidaria y feminista debemos transformar no solo nuestras formas de hacer, sino también a nosotros y nosotras mismas, y a nuestras organizaciones.
¿Por dónde empezar? Avanzamos y compartimos (al menos) doce propuestas…
- Sensibilizar y generar conciencia crítica a nuestro alrededor. Formarnos y capacitarnos.
- Que nuestros compañeros de la economía solidaria comiencen con esa revisión de la masculinidad hegemónica que exige cuestionar y renunciar a privilegios de género.
- Mirarnos hacia lo interno. Realizar diagnósticos de la situación de mujeres y hombres en nuestra organización para identificar dónde están las desigualdades y establecer acciones concretas que nos permitan ir eliminándolas.
- Promover procesos de empoderamiento de las mujeres. Preguntarnos ¿dónde están y dónde participan las mujeres de nuestra organización? ¿existe el techo de cristal, dificultades para acceder a los espacios de toma de decisiones? ¿Qué modelos de participación tenemos?
- Transformar nuestros procesos de trabajo. Diseñar planes operativos que incluyan TODAS las tareas (productivas y reproductivas) que hacen sostenibles nuestras causas y preguntarnos quién hace cada una de ellas, cómo se traducen en términos de valor monetario, etc.
- Revisar nuestra cultura organizacional, analizar los valores que predominan en nuestras organizaciones, muchas veces, contaminadas por la idea de “militancia heroica” valorando y premiando a aquellas personas que trabajan muchas horas, que nunca dicen que no, que nunca están cansadas y que no son emocionales. A aquellas para las que el trabajo es el centro de sus vidas y de su proyecto vital.
- Poner encima de la mesa el debate sobre los salarios; si consideramos la retribución como un reconocimiento al valor de lo aportado; o como una forma de cubrir las necesidades vitales de las personas. ¿Hay tareas que se reconocen y pagan, y otras que no?
- Integrar una mirada hacia la diversidad; visibilizando la diversidad sexual, de orientación y de identidad, la diversidad funcional, cultural… E incorporar una mirada que tenga en cuenta la superposición de desigualdades (de clase, etnia, raza, orientación sexual, diversidad funcional…) que complejizan las identidades, las condiciones de vida y las distintas (y desiguales) posiciones en el sistema socioeconómico.
- Cuidar el lenguaje y las imágenes y hacer un uso inclusivo de las mismas.
- Generar protocolos y sistematizar respuestas ante las violencias machistas en nuestras organizaciones. Desde las más sutiles e invisibles (comentarios machistas, ningunear opiniones, invisibilizar tareas…) hasta comportamientos relacionados con el acoso sexual y sexista.
- Estar pendientes del cuidado del entorno, de nuestra huella ecológica.
- Tejer redes y alianzas entre feministas de las organizaciones de la economía solidaria, pero también, alianzas con organizaciones del movimiento feminista para poner en marcha estrategias comunes.
Quizá todo esto no sea suficiente. Es importante sumar y combinar enfoques, dado que las relaciones de poder son extremadamente complejas. Pero lo que está claro es que es urgente. Hagámoslo. Trabajemos juntas.
Área de cuidados y economía feminista en la economía solidaria de Aragón (REAS, MESCoop y Coop57)
No hay comentarios:
Publicar un comentario